Llegue apurada, miles de kilómetros para conocerte, sabía que serías una hermosa niña, deseaba para ti todas las cualidades más bellas. Naciste tan blanca como la diosas del norte, tan fuerte como las diosas de Anatolia, tan inteligente como Casiopea, de buen ánimo como la virgen.
No te conocí el mismo día, esperé pacientemente para verte llegar a casa. No eras prematura, solo es que la medicina no entiende que cuando una mujer destinada a convertirse en una guerrera sabia, hace todo en su tiempo, en su momento, no pide permiso, ella ya nace conociendo lo que nadie más conocerá sino ella.
Feliz entre nuestros brazos, a pesar de tus cólicos y llantos, eras una ternura de ángel, dormías a veces largo, a veces poco y me fui apegando a tu carácter, no es difícil reconocerte.
Un día ya no tendrás memoria de la abuela, porque no es necesario que la tengas, te he dejado lo mejor de mi para que cuando seas una mujer sabia conozcas como se abren todas las puertas y como se va por todos los caminos, que la bondad y el amor iluminen tus espacios.
Desde siempre tuve la certeza que serías una niña, una mujer de linaje y carácter. Hoy en tu primer año, he pedido muchas bendiciones para tu vida, salud, templanza, inteligencia, carácter, bondad y mucho amor para dar, que tengas la humildad de recibir sin poner pretextos. Lo demás queda en manos de Dios, la belleza vino con tu ángel.
Cuando llegue el tiempo de irme, a ese lugar donde descansamos y no retornamos al mismo cuerpo, ya no me recordarás, pero me llevarás contigo a todas partes, estoy en la memoria de cada célula que nos une.
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